21/12/20

Reflexión sobre la flexibilidad

 Cuando envejecemos nos hacemos más rígidos de cuerpo, pero también de mente. Cuando se habla de: "Mens sana in corpore sano" no es solo una frase, hay una enorme conexión entre los dos. El uno no es sin el otro, y el otro termina donde comienza el uno, y viceversa.

Hay personas cuyas estructuras mentales son más rígidas. Muchas veces eso se manifiesta con un mayor tono muscular. Personas a las que cuesta más adaptarse a los cambios, a las que se les dificulta ver  lo bueno en lo inesperado o no anticipado. Personas cuya rigidez corporal dificulta el equilibrio mental, y viceversa. Ante un cambio, ante una dificultad, se produce la rotura.

Cuando mejoramos la flexibilidad del cuerpo, mejoramos la flexibilidad de la mente, y al mismo tiempo también nos fortalecemos. Esto podemos lograrlo a través de cualquier actividad que nos permita estirar; baile, tablas de estiramientos, yoga. La sensación después de una practica habitual es de equilibrio

La tensión implica un gasto de energía, un bloqueo. Un lugar bloqueado es un lugar que no oxigena bien, por el que no circula bien la sangre. Donde las cosas no circulan no fluyen, y sino fluye nuestro cuerpo, nosotros no podemos fluir. Recordad la imagen de un río donde hay piedras, como el agua las rodea para poder seguir discurriendo.

Al estirar, al flexibilizar nuestro cuerpo lo que hacemos es aceptar con humildad nuestros límites. Saber donde está mi límite, saber donde se encuentra esa línea en la arena, me permitirá algún día ser capaz de cruzarla. Otras veces llegaré a ese lugar, y sabré que no quiero ir más allá, aceptaré donde estoy con tranquila serenidad. Tampoco me compararé con otros, no miraré a la esterilla de al lado y ambicionaré. Quien dice esterilla dice: casa, coche, vida, jardín. Estaré en equilibrio en mi propia esterilla, tratando de construir y mejorar, de crecer, pero sobre todo, de respirar. Tampoco miraré al lado y le pondré pegas. No diré: "esta bien, pero los brazos podrían estar mejor". Porque esos no son mis brazos, y no me alzaré sobre su gloria o sobre su miseria, sino que construiré las propias.

Aceptamos la realidad con serenidad, con honestidad y humildad. Sin reproches ni lamentos. Cuando hay una dificultad respiramos ¿Habéis observado que lo primero que hacemos al tensarnos es dejar de respirar? Dejamos de vivir unos segundos, de fluir. Tenemos que hacer lo contrario: respiramos el problema, respiramos la dificultad, respiramos el dolor, respiramos el miedo: respiramos. 

Nos concentramos en lo único que podemos controlar: Inspiramos y exhalamos. Al hacerlo el equilibrio aparece poco a poco. Porque no controlamos al otro, no controlamos sus gritos, ni su desprecio. No controlamos sus cambios de humor, tampoco controlamos si llueve o sale el sol, pero nuestra respiración es nuestra. Y la respiración nos trae de vuelta al presente, y nos impide dispersarnos, y nos obliga a vivir, y a tomar decisiones.

Al estirar todos hemos experimentado un momento en el que notamos tensión. Un punto de dolor en el que tenemos que parar, porque sentimos que vamos a romper. Ese punto de rotura también lo sentimos cuando nos estiramos demasiado emocionalmente. Cuando vamos más allá de nuestro punto de equilibrio, pero para conocer ese lugar, hay que conocerse bien a uno mismo.

Ese bloqueo, ese dolor, no tiene tanto que ver con el musculo en si, como con el encargado de controlar a ese musculo: El sistema nervioso central. El cerebro y la medula espinal son jefes a los que no les gusta perder el control. No les gustan los cambios, porque eso les hace poner en marcha muchos mecanismos, y no siempre tienen ganas de hacerlo. Son jefes aterrorizados de la perdida de control, y que ponen la venda antes de que haya una herida.

 El SNC monitoriza el cuerpo, y cuando nota un cambio lo que hace es bloquear los músculos para que no se dañen. Si siempre has usado las piernas para caminar ¿por que ahora quieres estirarlas? 

La moderna biomecánica nos cuenta todo esto, y nos hace ver que la relación entre el SNC, por tanto entre el cerebro y el cuerpo, es tan estrecha como nos decían los antiguos: "Mens sana in corpore sano".

Todo nuestro sistema muscular esta unido y recubierto por la fascia. Ésta tiene propiedades diferentes a las de los músculos. Tiene una longitud definida, y tiene un punto de rotura. Como os digo lo recubre todo, por tanto lo une. Nos convierte en una gran cadena, y al final, como también sabemos: "Una cadena solo es tan fuerte como lo sea su eslabón más débil". Un bloqueo en un dedo del pie, nos bloqueará la rodilla, o la cadera, y así, en una enorme cadena acabaremos sin fluir.

Os hablaba de flexibilidad, fortaleza y equilibrio. No podemos estirar hasta romper, pero tampoco podemos quedarnos rígidos, detenidos en el tiempo y romper por ello. 

Hay que encontrar ese lugar ideal, y para encontrarlo, hay que buscarlo. Construimos elasticidad y fortaleza practicando. Con constancia, con determinación, con tranquilidad.

Si soy flexible seré capaz de reírme cuando me caigo, porque no me haré daño. Seré capaz de enfrentarme a los retos de la vida y adaptarme a ellos. 

Cuando miro una situación o una persona desde la rigidez, no la veo igual que desde la flexibilidad. Es la misma situación, la misma persona, pero no es lo mismo. La perspectiva lo cambia todo. 

Me ocurre lo mismo con la fortaleza. Si siento mis piernas y brazos fuertes, si se que pueden sostenerme, entonces me sentiré confiada en cualquier postura, y podré respirar, porque tendré el control de la situación.

Cuando respiro le digo a mi cuerpo que todo está bien. Le digo a mi SNC que tengo el control, que no hay nada de que preocuparse, y entonces mi mente recoge el mensaje y lo difunde a mi cuerpo, y mi cuerpo a mi mente, y así en un círculo virtuoso que me permite fluir.

Permitíos fluir. Incorporad el estiramiento a vuestra vida. Puede ser a través del yoga, o con una tabla de estiramientos. Anotadlo en vuestra agenda. Proponeos una regularidad en la practica: pueden ser dos días a la semana quince minutos, o todos los días cinco minutos. Lo importante es comprometerse con ello, y no fallar. Cread el habito.

No importa si parece que no conseguís nada, o que vuestro cuerpo se sienta al principio como una barra de acero. Daos permiso para estar ahí. Coged aire y soltadlo creando un patrón, creando un ritmo que poco, a poco, os reconforte. La respiración es vuestro contenedor, es el asidero al que nos aferramos, y cuando nos damos cuenta, estamos en equilibrio.


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Este texto surge de una reflexión personal sobre mi propia experiencia, y tras numerosas charlas con el fisioterapeuta y experto en terapia manual Patrick Cantero. Espero que os sea útil.





















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