4/3/16

El niño pelo

- ¿Qué te parece mi invitación Piluca? ¿No es divina?. Quería que reflejara el espíritu sencillo y romántico de una boda de pueblo.
 
La aludida coge el tarjetón entre sus manos y lo mira con aire crítico. En realidad le pica la cara. Acaba de ponerse un tratamiento de vitaminas y aunque quiere, no pude rascarse.
 
-Me parece ideal Ale, tu siempre has gozado de un gusto exquisito.
 
-¡Y mira! este será el ramo. Es bambú y camelia en honor a los colores favoritos de la madre de Bartolo.
 
Allegra abre un inmenso bolso de piel negro. Del interior extrae una Tablet.
 

-Voy a enseñarte las pruebas del vestido. Creo que es ideal. Tiene una cola desmontable de cinco metros, así cuando llegue el baile podré quitármela y disfrutar. Las joyas que llevo son de la abuela de Bartolo, son diamantes.
 
Piluca mira con escepticismo la cola y apunta con buen criterio.
 
-Pero Ale, ¿la iglesia de Sotocoldo tiene tantos metros entre el altar y la puerta? Perdona, pero creía recordar que era bastante chiquita.
 
La aludida adopta un mohín entristecido.
 
-Eso mismo me dijo Bartolo esta mañana. ¿por que no podéis centraros en las cosas importantes? Esta boda esta pensada para que todo el mundo disfrute. La cola mide cinco metros porque tengo diez pequeñas damitas para llevarla. ¿Cómo voy a dejar a una niña sin su trocito de cola?-. Se le escapa una lagrima.
 
-Perdóname Ale, no había pensado en eso. Es que tu siempre has sido muy considerada-. La otra se pasa un pañuelo por la comisura de los ojos para no borrar su maquillaje.
 
-¿Sabes? en realidad no estoy muy convencida de todo esto Piluca.
 
La otra abre los ojos desmesuradamente, luego se arrepiente, porque al hacerlo le pica la cara aún más.
 
-Pero eso es normal Ale, nervios normales de novia, ¿no?-. La otra sacude la cabeza y levanta el dedo para ordenar un mojito.
 
-Es culpa tuya Piluca, todo esto es culpa tuya-. La interpelada querría poner gesto de sorpresa, pero en vista del picor de cara, y un incipiente dolor de cabeza, decide no hacerlo y opta por un educado y abierto.
 
-¿Y eso?...
 
-Porque tu me presentaste al niño pelo, y ¿adivina que?, ahora voy a casarme con él-. Dice Allegra sorbiendo el mojito y apartando con un mohín un palito lleno de purpurina.
 
-¿A Bartolomé? pero ¿por que lo llamas el niño pelo?
 
-¿te ha pasado alguna vez que te miras la pierna y ves un pelito o dos, y lo dejas? Te dices a ti misma: "que pereza pasarme la maquina ahora, ya lo haré mañana". Al día siguiente lo miras y dices: "¡Bah! es poquito pelo, no se ve si llevo media tupida". Así van pasando los días, y un buen día te levantas y dices: "Que pereza pasarme la maquina, me pondré pantalón". Cuando te das cuenta, tienes que entrar con cera, porque esos pelos ya no son de maquina: son negros y largos; resistentes y feos-. Hace un gesto de profundo asco.- ¡Pues eso me paso con Bartolo! Le fui dejando por pereza, y ¡mírame ahora!-. Se echa a llorar.- ¡A punto de casarme con el niño pelo!
 
Piluca levanta el dedo y dice:
 
-¡Por favor! ¡otro mojito!
 
 
 
 
 
 
 
 
 








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